viernes, 5 de febrero de 2010

EL MITO DE EDIPO

Cuentan que en la Antigua Grecia, concretamente en la ciudad de Tebas de la región de Beocia, reinaba Layo acompañado de su esposa Yocasta.

Como era tradicional en aquel tiempo y lugar, el rey Layo acudía habitualmente a consultar al Oráculo de Delfos y poder así decidir en base a lo que éste le predecía, a sus vaticinios sobre los que no cabía duda alguna.

Pero he aquí que cierto día en el que el monarca se encontraba ante el sabio Oráculo, éste le predijo que sería asesinado a manos de su propio hijo. Layo, terriblemente acongojado y asustado, regresó a junto a su esposa y planeó cómo actuaría cuando naciera su primer vástago.

Así, cuando Yocasta trajo al mundo al primogénito, el atemorizado y cobarde Rey mandó que ataran los pies al bebé y que lo abandonaran a su suerte a los pies del monte Citerón, esperando así que muriera, y con él, la amenaza de una muerte segura.

Pero el destino tenía otros planes…

Melibeo, un pastor de la zona que se dirigía hacia la ciudad de Corinto, encontró al desamparado recién nacido y, apiadándose de su situación, lo llevó consigo y finalmente lo dejó al cuidado de otro rey, el rey Pólibo, que junto a su consorte Mérope, cuidaron del hijo de Layo como si fuera suyo.

Y pasaron los años. Edipo, el bebé ya convertido en hombre, acudió al Oráculo de Delfos como era costumbre y recibió un vaticinio que lo dejó lleno de estupor y preocupación: mataría a su padre y se casaría con su madre.

Tras recuperar un poco la calma, decidió abandonar su tierra, su casa y su familia para huir de tan atroz destino. Y se marchó… eligiendo como nuevo hogar la ciudad de Tebas. Pero en el camino tuvo la mala suerte de ser atropellado por un carruaje cuando pasaba por un lugar estrecho. Tan pésimo era su humor y tanta rabia llevaba en su interior que, ensañándose con el conductor del carruaje, le dio muerte. Y dicho conductor no era otro que el rey Layo, su verdadero padre, aunque Edipo aún no lo sabía.

Tiempo después, (Edipo pensó que era mejor no llegar aún a la ciudad por si descubrían su crimen), cuando ya había vuelto a encomendar sus pasos hacia Tebas, encontró a las puertas de ésta a la temida Esfinge, la cual planteaba una adivinanza o enigma a todo aquel que pasara. El no dar la respuesta correcta suponía ser devorado por un monstruo mitológico.

La pregunta era: ¿Cual es el ser que camina sobre la tierra que lo hace primero a cuatro patas, después a dos y luego, cuando se vuelve débil utiliza tres patas?. La pronta respuesta de Edipo fue: “El hombre, que gatea de niño, camina sobre sus dos pies en la edad adulta y, cuando se vuelve anciano, usa un bastón“.

La Esfinge, llena de ira, se lanzó al vacío desde un acantilado, suicidándose.

Al fin Tebas había sido liberada. Y la recompensa a tan grande y heroica hazaña era la de casarse con Yocasta, la viuda del rey Layo, muerto en un camino. Y así se cumplió la profecía del oráculo de Delfos.

El ya rey Edipo y Yocasta llegan a tener cuatro hijos, los cuales fueron llamados Antígona, Eteocles, Polinices e Ismene.

Y no fueron malos años, pero un día una epidemia se cebó con la ciudad y Edipo acudió de nuevo al Oráculo para conocer el origen de tanta desgracia. La respuesta del mensajero de Apolo fue contundente: todo pasaría cuando fuera descubierto y desterrado el asesino del anterior rey.

Edipo, preocupado por su familia, consultó al prestigioso vidente Tiresias con la esperanza de acabar con la plaga que asolaba Tebas. Pero lo que descubrió lo dejó perplejo y horrorizado, descubrió que aquel a quién había dado muerte años atrás era Layo, que era su padre verdadero, y que efectivamente, y tal y como le habían predicho, había acabado casándose con su madre.

La verdad era demasiado despiadada…

Yocasta se suicidó al comprender que su marido era en realidad su hijo perdido y sus hijos Eteocles y Polinices lo maldijeron de por vida.

Sólo Antígona se queda con él hasta que muere de viejo. Viejo y ciego desde aquel fatídico día, pues al enterarse de la verdad, Edipo se quita los ojos con un broche del vestido de Yocasta.
(Momento que refleja la ilustración)

EL MITO DE MORFEO


Hoy os voy a hablar de Morfeo.

Posiblemente muchos sabréis que éste es el considerado el Dios del Sueño en la Mitología Griega.
Aunque conocido se le puede catalogar de categoría menor.


Era hijo de Hipnos, que personificaba el sueño en sí y de Nix, que era la Noche, y hermano de Tánatos, la muerte.

A nuestro protagonista se le encomendó como misión crear sueños para aquellos que dormían y que los que en ellos aparecieran tuvieran forma humana. De hecho Morfeo, o Morpheus, viene del griego Μορφεύς, palabra que proviene de la que significa “forma”.

Morfeo tenía la increíble habilidad de recorrer el mundo una y otra vez con sus alas fabricando fantasías para los humanos. Si alguien presentaba problemas para dejarse mecer en sus brazos, él sabía seducirlos y llevarlos consigo al mundo onírico. Y si hacía falta, podía adquirir la apariencia de algún familiar del insomne.


Mientras tanto, sus hermanos Fobetor y Fantaso, encargado uno de la aparición de animales y otro de los objetos que aparecían también en sueños, le ayudaban.



Se cuenta también que Morfeo fue hijo de Hipnos así como los “mil oniros“, con la particularidad de que estos “mil oniros” controlaban el soñar de los seres corrientes mientras que Morfeo y sus hermanos Fobetor, (Iquelo, el espíritu de oscuras alas que traía también las pesadillas), y Fantaso, ambos nacidos de la unión de Hipnos con Pasítea, o Aglaea, que era la más joven de Las Tres Gracias, (por ello surge la duda de si Morfeo era también fruto de la unión de Hipnos con esta Gracia)

Cuenta la mitología que cuando Ceice, rey de Traquis (ciudad situada al sur de Tesalia), y casado con Alcíone, hija de Eolo (Dios de los vientos), se ahogó, su esposa, desesperada por su tardanza, se enteró del trágico final por medio de un sueño, sueño transmitido por Morfeo. Entonces, Alcíone, desesperada de dolor, se lanzó al mar buscando morir con su amado…

Vemos así la importancia de Morfeo en los sueños de los humanos.

DISCULPAS

En primer lugar, MIL DISCULPAS A TODOS.

Sí ya sé que durante prácticamente medio año no he escrito nada en este espacio. Pero como ya os he indicado en más de una ocasión, numerosos “compromisos” (laborales, educativos, sentimentales, etcétera) me han impedido regresar a este rincón.

Antes continuar con nuestras Leyendas, quisiera poneros al día de ciertas circunstancias acaecidas durante mi ausencia:

1º. Mi brujita y yo seguimos con nuestra relación.
2º. En este espacio de tiempo transcurrido ambos hemos cumplido años.
3º. Sigo con mi labor profesional radiofónica.
4º. Me he sumado –como tantos– a una red social (Facebook). He elegido esa como podría haberlo hecho con otra.
5º. A través de la misma he contactado con nuevos conocidos y nuevas conocidas con los que comparto una –cruzo los dedos– sincera complicidad. Gracias a una de ellas, este blog ha sido re-diseñado. Podéis ver que ahora el blog dispone de reloj, contador de visitas, un ipod (con música que de algún modo u otro, significa mucho para mí) A esta conocida la doy las gracias por re-diseñar el blog, así como el diseño de la imagen de “Gracias por tu visita” cuyo diseño la pertenece y que gentilmente ha cedido a este blog. (Sí, Chus me refiero a ti, jajajaja)

Bueno esperando que la espera no haya sido larga y con la esperanza de continuar compartiendo este rinconcito en la Red, os doy las gracias de antemano y deseoso de que os unáis a él y me hagáis llegar vuestros comentarios y vuestros propios relatos, leyendas,…

Por cierto, FELIZ AÑO!!


martes, 2 de febrero de 2010

martes, 9 de junio de 2009

EL MITO DE ARES, DIOS DE LA GUERRA


Ares era hijo de Zeus y Hera, por tanto dios e inmortal, y pronto se proclamó como dios de la guerra.
A pesar de ser inmortal sí que sentía dolor, (sus gritos podían oírse desde el más alejado de los confines), y cuando se encontraba herido siempre buscaba el poder sanador de su padre, el gran Zeus. Sin embargo, éste lo despreciaba por su fanfarronería violenta y su sed de sangre.
Entre sus luchas a muerte, (en las que siempre se presentaba con su coraza, su escudo, su lanza, su espada y su casco), podemos citar la que concluyó con la muerte de Halirrotio, hijo de Poseidón, el cual había osado violar a Alcipe, hija de Ares, a manos de éste. Tras esta muerte se produjo el primer juicio de la historia por asesinato en el que Ares salió absuelto.
Compañeros de aventuras de Ares fueron su hermana Eris, (también conocida como Éride, la Discordia), y sus vástagos Fobos y Deimos, (Terror y Temor, hijos nacidos de la diosa Afrodita). También Enio, la conocida como “Destructora de ciudades”, solía acompañarlo. Padre de las Amazonas, su residencia estaba establecida en Tracia.

Curiosa es la leyenda que cuenta que cierto día dos gigantes, que por cierto eran gemelos, llamados Oto y Efialtes, pretendieron hacerse con el control del Monte Olimpo y como primer paso, secuestraron a Ares y lo introdujeron encadenado en una vasija de bronce impidiéndole salir de ella durante trece largos meses. Para conseguir su liberación, la diosa Artemisa prometió yacer junto a Oto, pero entonces Efialtes se enfadó preso de la envidia y se enfrentó a su hermano. Aprovechando el momento de confusión, Artemisa se convirtió en cierva para escapar y pasó entre los dos… Los hermanos le lanzaron sus lanzas afiladas para cazarla y terminaron matándose el uno al otro.
En otra ocasión, mientras Ares copulaba con Afrodita, (con quien engendró también a Eros), el dios de la guerra encomendó al inexperto Alectrión la guarda y custodia de la puerta para que nada ni nadie entrase, pero he aquí que éste se durmió en la guardia y Helios, el dios Sol, se coló en la estancia. Desde entonces, Alectrión, al que Ares convirtió en gallo, canta cada mañana cuando el sol aparece por el horizonte.
Ares, dios Olímpico, no es recordado precisamente por sus hazañas, como se puede ver, sino más bien por su ansia eternamente insatisfecha de violencia y muerte y por lo mal parado, herido y humillado que solía terminar en las trifulcas en las que se metía.

MEDUSA Y SUS HERMANAS LAS GORGONAS


Medusa, la única gorgona mortal de las tres que existían, era una hermosa muchacha hasta que el arrogante Poseidón osó poseerla en el sagrado templo de Atenea. Esta profanación provocó la ira de la diosa guerrera, la cual castigó a Medusa convirtiéndola en un ser horrible de cabello de serpientes, al igual que lo eran sus hermanas mayores…

Las tres Gorgonas, llamadas Esteno, Euríale y Medusa, eran hijas de Forcis y Ceto, dos de las distintas divinidades del mar, que además eran hermanos. La apariencia de estas tres criaturas provocaba miedo y espanto pues no sólo tenían serpientes en vez de cabellos, sino que también tenían su cuerpo cubierto de escamas de dragón, colmillos de jabalí en sus bocas, manos de bronce y alas de oro, las cuales pesaban tanto que con ellas no podían volar. Aunque lo peor de todo, lo más temible, era que si las miraban directamente a los ojos te convertías en piedra.
Medusa, diferente a sus hermanas al nacer y la más joven de ellas, terminó convirtiéndose también en una criatura monstruosa pero no adquirió la inmortalidad. Así terminó muriendo decapitada a manos de Perseo, héroe mortal hijo de la bella Danae y nieto del Rey de Acrisio, no sin que antes naciera de la sangre de su cuello Pegaso, el caballo alado, y el gigante Criasor.
Perseo, una vez cumplida su misión, entregó la cabeza de Medusa a Atenea, la cual la incorporó a su escudo de batalla, conocido como Égida. Ahora bien, la sangre de Medusa, sin embargo, si que podía resucitar a los muertos.

Hablemos ahora de las otras hermanas Gorgonas, Esteno y Euríale. Esteno, que era considerada la más agresiva de las tres Gorgonas, poseía una extraordinaria fuerza psíquica y física con la que fácilmente manipulaba a aquellos que se acercaban. Por su parte, Euríale, la mayor de las tres, tenía el don de la sanación en su sangre. Ahora bien, su torrente sanguíneo sólo curaba cuando brotaba de su lado derecho; si lo hacía del izquierdo se convertía en el más letal y rápido de los venenos.
Las Gorgonas a su vez eran hermanas de las Greas, seres espantosos que ya parecían viejas desde el momento de su nacimiento.

PEGASO, EL CABALLO ALADO.


Pegaso era un caballo blanco con alas, nacido del encuentro entre Poseidón, el Dios Griego del mar y de los caballos, y Medusa, una de las Tres Gorgonas.
Cuando Perseo, mitad dios por tener a Zeus como padre, acabó con su vida tras una lucha cruenta, Pegaso nació del cuello de la Gorgona, al igual que su hermano, el gigante Crisaor, y al salir batiendo sus alas se elevó, momento en que aprovechó Perseo y subiéndose a él, escapó de las otras dos Gorgonas. Así nació Pegaso.
Su nombre, Pegaso, o Pegasus, proviene de Pagé que significa en griego “manantial”. Este fabuloso caballo, indomable, que volaba moviendo las patas como si corriera sobre el mismo aire, poseía el poder de hacer surgir agua allí donde pisase y poseía, además, un carácter indomable que lo convirtió en reto para aquellos que ansiaban tenerlo bajo su mando. Como, por ejemplo, Belerofonte.
Belerofonte, héroe griego hijo del Rey Glauco de Corinto, vivía obsesionado con capturar a Pegaso hasta que una noche Atenea, diosa de la razón, regaló una solución al ansioso héroe para capturar al rebelde caballo alado: una brida de oro que le permitiría domarlo. Y funcionó, convirtiéndose así Pegaso en el compañero de las hazañas mitologicas que más tarde llegarían.
Ahora bien, un día Belerofonte quiso más, quiso convertirse en dios y llegar montado sobre el corcel hasta el mismo monte Olimpo. Zeus ante tal osadía mandó a un pequeño insecto a que picara a Pegaso, (otros cuentan que fue un rayo lo que le envió). Este, al sentir la punzada, se revolvió de tal manera que el pretencioso héroe corintio cayó al suelo quedando lisiado de por vida. Así Pegaso consiguió escapar de él y alejarse batiendo sus alas.
Por fin Pegaso volvía a volar en libertad. Pero cierto día ocurrió que en el monte de nombre Helicón se celebraba un concurso de preciosas voces. Tan bellas eran que el monte se fue elevando hacia el cielo sin control ninguno. Ante esto Poseidón mandó a Pegaso a dar un coz a la montaña para parar su exorbitado crecimiento, orden que fue cumplida. Ahora bien, donde Pegaso golpeó nació una fuente, la Fuente Hipocrene, fuente consagrada a la inspiración que proporcionan las Musas.Además, Zeus lo nombró portador del rayo y del trueno, símbolos máximos de su poder, y el encargado de conducir el carro de Aurora, que con su paso anuncia día, antes del amanecer, la llegada de su hermano Helios, que no es otro que el Sol. Con el paso del tiempo, Zeus lo convirtió en una constelación formada por cuatro magníficas estrellas brillantes en forma de cuadrilátero.
NOTA.- Dice la Leyenda que "Allá donde pisaba Pegaso, el agua brotaba mágicamente de su huella…"

martes, 5 de mayo de 2009

CARONTE, EL BARQUERO INFERNAL

Según la Mitología Griega Caronte es el barquero encargado de transportar las almas de los muertos a través de la laguna Estigia (algunos dicen que del río Aqueronte) hasta el reino del inframundo gobernado por Hades. Entra dentro de sus atribuciones rechazar a aquellos difuntos que no puedan pagar el pasaje al no haber sido enterrados con una moneda en la boca (el famoso óbolo). En las obras clásicas se le describe como un anciano alto, delgado, de barba y pelo canos, y con llamas en los ojos. Viste unas pieles y empuña una larga vara con la que golpea a los espíritus de los muertos cuando no reman con la suficiente rapidez, o cuando protestan demasiado. Todos los autores coinciden en señalar su carácter taciturno y malhumorado.

La figura de Caronte se menciona por primera vez en la Grecia antigua hacia el 500 a.C. en la Miníada, poema épico de Pausanias. Su aparición tardía se puede explicar desde un punto de vista sociológico: si la aristocracia tenía sus propios guías al otro mundo, como eran Hypnos y Thanatos, Caronte lo era de los grupos populares, y al ganar estos importancia con la consolidación de la democracia, su psicopompo comienza a aparecer en las representaciones iconográficas y literarias.

Pese a resultar un personaje carismático, Caronte no tiene demasiada historia más allá de su monótona función. Algunos autores lo creen hijo de Érebo y Nix, y por tanto casi un dios, pero no aclaran, por ejemplo, si el propio Caronte tuvo alguna vez hijos, o por qué realiza su labor; nadie sabe si está castigado a viajar eternamente de una ribera a otra de la Estigia o si lo escogió por voluntad propia.

En cuanto a la Literatura Clásica, Caronte es apenas un extra en las historias de algunos héroes necesitados de un poco de atrezzo infernal para sus aventuras en el inframundo. Constituía un interesante obstáculo a salvar, ya que en teoría ningún humano vivo tenía permitido subir a su barca. Pero así a todo Hércules lo logra por fuerza bruta, Orfeo gracias al hechizo de su canto, y Eneas mostrando una rama de oro, salvoconducto divino proporcionado por la sibila de Cumas.
Dante recuperó al personaje para el principio de la Divina comedia, cambiando su destino habitual, el Hades, por el infierno cristiano. Tal vez gracias esta pequeña adaptación cristianizadora, Caronte ha sobrevivido en el imaginario colectivo hasta llegar nuestros días, aunque ahora lo imaginemos como una figura hierática vestida con una túnica oscura cuya capucha le tapa la cabeza y que conduce su barca sin dirigir palabra a los pasajeros.

JASON Y MEDEA, EN BUSCA DEL VELLOCINO DE ORO

Yolco, en la Antigua Grecia, era gobernado por Esón hasta que un día cayó derrocado por Pelias, su propio hermano. Fue entonces cuando su hijo Jasón, que juró venganza, fue llevado hasta el monte Pelión para completar su educación bajo la estricta mirada de Quirón, el Centauro.

Cuando ya se había convertido en un hombre, volvió a Yolco ansioso por cumplir aquello que siendo un niño había prometido. Durante el viaje, perdió una sandalia cuando ayudó a una anciana a cruzar un río. Cuentan, por otra parte, que su amabilidad se vio recompensada pues la anciana no era otra que la diosa Atenea, la cual, y a partir de ese momento, le concedió sus favores.

La cuestión es que al llegar de nuevo a su patria, se presentó ante su tío traidor con un pie descalzo para exigirle la restitución de su herencia. Y esto turbó a Pelias, aunque aparentemente no lo demostró, ya que una de las profecías del oráculo le había avisado del peligro que llegaría hasta él en el cuerpo de un hombre que caminaba sobre una sola sandalia.

Entonces Pelias decidió que tenía que enviarlo lejos. Y lo consiguió dando su palabra de devolverle su reino si Jasón era capaz de traer, ante él, el vellocino de oro, vellocino que Hermes había enviado a Frixio y Hele, hijos de Atamante, (rey de Beocia y también tío de Jasón), para poner sus vidas a salvo.

Jasón aceptó sin dudarlo y partió hacia el bosque de Colcos, en donde un terrible dragón custodiaba un territorio que estaba consagrado a Ares, dios de la Guerra. Su primer paso fue ir hasta Argos, el carpintero, al que pidió que construyera una nave que flotara sobre el agua. Tan bien hizo Argos su trabajo que la nave recibió su nombre y se convirtió, según cuenta la leyenda, en el primer barco de la Historia.

Escogió entonces Jasón a los que habrían de acompañarle en la travesía de entre los más heróicos guerreros. Los elegidos fueron cincuenta en número y, a partir de ese momento, fueron conocidos como Los Argonautas. Entre ellos hay quien asegura que se encontraban nombres ya legendarios en la mitología como el propio Argos, Heracles, Asclepio, Orfeo o Atalanta, la única mujer de toda la tripulación.

Muchas fueron las aventuras que vivieron Jasón y los Argonautas, (en la isla de Lemnos, en el Cícico o luchando contra las Harpías o evitando a las Sirenas, pero todo esto lo contaremos otro día), hasta que llegó a la Cólquide, lugar en el que el Rey Aestes tendría que entregarle el ansiado vellocino. Ahora bien, Aestes no quería ceder tan fácilmente y dijo a Jasón que, antes de lograr su objetivo, tendría que domar a unos bueyes muy peculiares de pezuñas de bronce. Su misión era sembrar, tras haber arado con ellos, los dientes del dragón de nombre Cadmo, el que fuera en su día fundador de la ciudad de Tebas.

Pero Medea, hija del rey, se enamoró del apuesto Jasón nada más verlo y le prometió ayudarlo en secreto, siempre bajo la condición de que la llevara con él a su reino y la convirtiera en su esposa. Jasón aceptó y, gracias a la magia de la joven, superó con éxito la prueba impuesta.

Cuentan que no sólo le entregó un ungüento que aplacaba la voluntad de los bueyes, sino que también enseñó a Jasón como despistar a los soldados que surgían de la tierra cada vez que un diente de dragón caía sobre ella, (en realidad sólo se trataba de lanzar una piedra lejos y distraer así su atención).

Pero Aestes no quería entregar el vellocino y planeó acabar con Jasón. Claro que no contaba con que su propia hija lo delataría y ayudaría al héroe a vencer al dragón, (Medea lo hizo caer en un profundo sueño), que cuidaba del tesoro antes de que su padre pudiera poner en marcha su plan.

Ya de vuelta en Yolco, Medea consiguió convencer a las hijas de Pelias de que podría hacer regresar la juventud al cuerpo del rey. Pero para ello, les dijo, era necesario realizar sobre él un hechizo y luego desmembrar su cuerpo. Luego no habría sino que poner al fuego cada pedazo durante largas horas.

Pero el final no fue el esperado, cuenta la mitología, por Jasón y su amada Medea. El pueblo de Yolco se horrorizó ante tal brutalidad y los echó de la ciudad. Entonces tuvieron que partir hacia Corinto y olvidarse para siempre de la posibilidad de reinar en Yolco.Pero ahí no acaba la historia… Jasón y Medea tuvieron dos hijos en Corinto, pero la unión no duró mucho y Jasón terminó dejándola para casarse con la hija del rey de Corinto, de nombre Glauca. Medea, presa de la furia más intensa, terminó con la vida de la segunda esposa de su amado.

FINEO Y LAS ARPÍAS, SERES MITOLOGICOS


Las Arpías (o Harpías) son genios de la tempestad, monstruos dañinos con forma de ave, cabeza de mujer y afiladas garras. Descienden desde las nubes emitiendo un chillido horrible, solo precedidas por una repentina ráfaga de viento o un relámpago, más rápidas que el viento del Oeste. Son los mastines de Zeus, siempre preparadas para el rapto y el robo.
Hay dos Arpías (aunque algunos autores añaden una tercera), hijas de Taumante y la ninfa del océano Electra. Sus nombres varían, aunque por lo general se trata de términos significativos que hacen referencia a sus habilidades: Aelo (vendaval), Nicótoe (victoriosa corredora), Ocípete (ala suave)… La leyenda más difundida acerca de estos seres cuenta cómo le amargaban la vida a un rey de Tracia llamado Fineo.
A Fineo, que había aprendido del dios Apolo el secreto de la profecía, Zeus le envió las Arpías como castigo por revelar misterios divinos. Cada vez que Fineo se disponía a comer, ellas se dejaban caer desde el cielo y le arrebataban del plato los manjares, dejando tan solo unas migajas, las suficientes como para que el rey sobreviviese durante otro día más de tormento.
La casual llegada de los Argonautas a su reino permitió a Fieno deshacerse de las Arpías, ya que estos accedieron a librarle de ellas a cambio de conocer el camino que debían seguir.
Se preparó como cebo un gran banquete que fue dispuesto frente al rey. En cuanto las Arpías aparecieron por el aire, dos de los argonautas, los hijos de Boreas, Zetes y Calais, quienes también tenían alas, desenvainaron sus espadas y salieron en persecución de los monstruos.
Estaba escrito en el Destino que o las Arpías perecían a manos de los Boreadas o estos morirían en su caza.
La historia tiene varios finales…
Según una versión, los hermanos sucumbieron en el intento de acabar con las pérfidas aves, otra cuenta que lograron alcanzarlas: la primera cayó derribada en un río llamado desde entonces Harpís.
La segunda llegó a las islas Estrofíades o islas del Regreso, pero murió agotada por el esfuerzo realizado, al igual que su perseguidor.
Una tercera versión afirma que el dios Iris intercedió a favor de las Arpías cuando estaban a punto de ser alcanzadas, pues a fin de cuentas eran servidoras de Zeus. Para salvar su vida, estas prometieron dejar en paz a Fineo. Desde entonces se esconden en una oscura caverna de Creta.