jueves, 29 de enero de 2009

MI GENERACIÓN

Esta entrada trata sobre la generación que tuvimos la suerte de nacer en los 70.

Como bien se dice aquí, somos los últimos que tuvimos una infancia "de verdad".

Hoy en día chavalitos y chavalitas de 11 o 12 años se comportan como adolescentes de 16, cuando los y las de mi quinta a esa edad éramos más inocentes que una docena de cromos. Pretenden entrar en discotecas a una edad en la que se supone que aún jugamos con coches y muñecas.

Las chiquillas que no han hecho más que empezar la ESO ya se maquillan los ojos, y chicos de su clase pegan a profesores y graban las palizas que dan a la gente en su móvil-de-última-generación. La infancia y la inocencia se han reducido en varios años, por culpa de intereses comerciales, los medios de comunicación y un pasotismo generalizado de los padres, que prefieren enchufar a su prole a la caja tonta mientras hacen horas extras en el trabajo, y ¿para qué? Para pasar unas vacaciones a todo lujo. En realidad no es culpa de los niños. Éstos nacen en un mundo que los adultos han construido. Pero si estos son los adultos del futuro, ¿cómo será el mundo que construyan?

Para todos aquellos y todas aquellas que nacisteis entre el 1970 y 1980 y pico:

El objeto de esta "reflexión" es la de reivindicar una generación, la mía, la de todos aquellos que nacimos en los 70 (un par de años arriba, años abajo), la de los que estamos currando de algo que nuestros padres ni podían soñar, la de los que vemos que el piso que compraron aquellos ahora vale 20 o 30 veces más y para los que estaremos pagando nuestra vivienda hasta los 50 o 60 años, como mínimo.

Nosotros no estuvimos en la Guerra Civil, ni en mayo del 68, ni corrimos delante de los grises, no votamos la Constitución y nuestra memoria histórica comienza con el Mundial de España 82 y el Naranjito o si me apuráis con las Olimpiadas de Barcelona 92 y Cobi, sin olvidarnos de la Expo Sevilla 92 y Curro.

Aunque no nacimos en una dictadura, siempre hemos tenido una conciencia democrática y la serie "Cuéntame" nos parece que es una chorrada, algo casposa y que hace apología de aquello que llamaron régimen.

Por no vivir activamente la Transición se nos dice que no tenemos ideales, y eso que sabemos de política más que nuestros padres y de lo que nunca sabrán nuestros hermanos pequeños y descendientes.

Somos la última generación que hemos aprendido a jugar en la calle a las chapas, la peonza, las canicas, la comba, la goma o el rescate y, a la vez, somos la primera que hemos jugado a videojuegos, hemos ido a parques de atracciones o visto dibujos animados en color.

Los Reyes Magos no siempre nos traían lo que pedíamos, pero oíamos (y seguimos oyendo) que lo hemos tenido todo, a pesar de que los que vinieron después de nosotros, sí lo tienen realmente y nadie se lo dice constantemente.

Se nos ha etiquetado de generación X y tuvimos que tragarnos "bodrios" como: "Historias del Kronen" o Reality Bites","Merlose Place" o "Sensación de vivir" (vale, te gustaron en su momento, pero vuélvelas a ver, verás qué chasco).

Lloramos con la muerte de Chanquete, con la dichosa madre de Marco que no aparecía, y con las faenas de la Señorita Rottenmayer. ; una de nuestras primeras canciones del verano fue "Los Pajaritos" (1981) o “Mi abuela” (1990)

Somos una generación que hemos visto, ironías de la vida, a Maradona hacer campaña contra la droga, que nos reímos de un anuncio que decía que si el Madrid era otra vez campeón de Europa, que durante un tiempo tuvimos al baloncesto como el primero de los deportes.

Hemos vestido vaqueros de campana, de pitillo, de pata de elefante y con la costura torcida; nuestro primer chándal era azul marino con franjas blancas en la manga y nuestras primeras zapatillas de marca las tuvimos pasados los 10 años.

Entramos al colegio cuando el 1 de noviembre era el día de Todos los Santos, y no Halloween.

Cuando todavía se podía repetir curso; los últimos en hacer FP, BUP y COU, los pioneros de la ESO.

Hemos sido las cobayas en el programa educativo, somos los primeros en incorporarnos a trabajar a través de una ETT y a los que menos les cuesta un duro, perdón un euro echarnos del trabajo...

Siempre nos recuerdan acontecimientos de antes que naciéramos, como si no hubiéramos vivido nada histórico.

Nosotros hemos aprendido lo que era el terrorismo con imágenes que ponen los pelos de punta, vimos caer el muro de Berlín y a Boris Yeltsin borracho hacerle tocamientos a una secretaria; los de nuestra generación fueron a la guerra (Bosnia, etc.) cosa que nuestros padres –afortunadamente– no hicieron; gritamos "OTAN NO, bases fuera" sin saber muy bien qué significaba y nos enteramos de golpe de un 11 de septiembre.

Aprendimos a programar el video antes que nadie, jugamos con el Spectrum, odiamos a Bill Gates, vimos a Perico Delgado anunciar los primeros móviles y creímos que Internet sería un mundo libre.

Somos la generación de Espinete, Don Pimpón y Chema, el panadero. Quién diría entonces que años más tarde, con España integrada en la UE, aquella niña morena y vecina de aquel Barrio llamado Sésamo habría de enseñarnos sus vergüenzas (me refiero a Ruth Gabriel). Los que recordamos a Enrique del Pozo cantando con Ana (abuelito dime tu...) Los del incomparable "Planeador abajo" de Mazinger Z, los “pechos fuera” de Afrodita A, los de Ulises 31 y Comando G (que nunca acabó de gustar a nadie) Somos la generación que fuimos al cine a ver las películas de Parchís, y que durante años creímos que el de rojo (como quien dice el de en medio de los Chichos) era Enrique Bunbury. Los que crecieron escuchando a Europe y a ese –según creíamos entonces– grupete de imitadores que les salió, unos tal Bon Jovi (Aunque con los años he de reconocer que me gustan más los segundos que los primeros). Los de la explosión del Challenger, la cantada de Arkonada en la Eurocopa de Francia 84 tras clasificarnos después de haberle hecho 12 a Malta, los de los mundos de Yupi y las pesetas rubias... Nos emocionamos con Superman, ET o En busca del Arca Perdida.

Comíamos phosquitos y los tigretones eran lo mejor, aunque aquello que empezaba (algo llamado Bollycao) no estaba del todo mal.

Somos y tomo aire, la generación del Tocata, La Bola de Cristal (solo no puedes, con amigos sí), el Follow Me, "El coche fantástico", "Oliver y Benjí","la abeja Maya", El hipnótico "Planeta Imaginario", Los Toreros Muertos, La Orquesta Mondragón, el abrazafarolas del Butano y el Misissipi de Pepe Navarro con su inimitable Pepelu. La generación de “La quinta del Buitre”, de Hugo Sánchez, de Biriukov, Del Corral, Corbalán, Romay y que nos traumatizamos con las muertes de Fernando Martín y Petrovic (porque, ¿quién leche juega hoy en el Madrid de baloncesto?).

El 600 era el utilitario normal, el 124 un coche familiar y el 131 una berlina de lujo.

El 23F nos pareció un buen día porque no hubo clase y pusieron dibujos y películas por la tele.

Nuestro grito de guerra fue "Tigres, Leones, todos quieren ser los campeones" "como están ustedes" y descubrimos a las mujeres gracias a tirantes de una tal Miriam Díaz Aroca.

Somos la generación que se cansó de ver las "mamáchichos". La generación a la que le entraba la risa floja cada vez que trataban de vendernos que España era favorita para un Mundial de fútbol.

La última generación que veía a su padre poner la baca del coche hasta arriba de maletas para ir de vacaciones. La última generación de las litronas y los porretes, y qué leñe, la última generación sensata que ha habido. Este recorrido está dedicado a las personas que nacieron entre 1970 y el 1980 y pico. La verdad es que no sé cómo hemos podido sobrevivir a nuestra infancia.

Mirando atrás es difícil creer que estemos vivos en la España de antes:

Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad traseros, sin sillitas especiales y sin air-bags, hacíamos viajes de 10-12h con cinco personas en un 600 o en un Renault 4 y no sufríamos el síndrome de la clase turista.

No tuvimos puertas con protecciones, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños.

Andábamos en bicicleta sin casco, ni protectores para rodillas ni codos. Los columpios eran de metal y con esquinas en pico, y jugábamos a "lo que hace la madre hacen los hijos", esto es, a ver quien era el más bestia.

Pasábamos horas construyendo nuestros vehículos" con trozos de rodamientos para bajar por las cuestas y sólo entonces descubríamos que nos habíamos olvidado de los frenos.

Después de chocar con algún árbol, aprendimos a resolver el problema.

Jugábamos a "churro va" y al pañuelo y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales.

Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y solo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle. Nadie podía localizarnos. Eso sí, nos buscábamos maderas en los contenedores o donde fuera y hacíamos una caseta para pasar allí el rato.

No había móviles. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables. Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada, eran “cosas de niños” y se curaban con mercromina (roja) y unos puntos y al día siguiente todos contentos.

La mitad de los compañeros de clase tenía la barbilla rota o algún diente mellado, o alguna pedrada en la cabeza... Tuvimos peleas y nos partíamos la cara unos a otros y aprendimos a superarlo.

Íbamos a clase cargados de libros y cuadernos, todo metido en una mochila que, rara vez, tenía refuerzo para los hombros y, mucho menos, ¡¡¡ruedas!!!

Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto.

Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas de refrescos y nadie se contagio de nada. Sólo nos contagiábamos los piojos en el cole. Cosa que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente.

No tuvimos Playstations, Nintendo 64, vídeo juegos, 99 canales de televisión, sonido surround, móviles, ordenadores e Internet, pero nos lo pasábamos de lo lindo tirándonos globos llenos de agua y arrastrándonos por los suelos destrozando la ropa.

Nosotros si tuvimos amigos. Quedábamos con ellos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos encontrábamos y jugábamos a las chapas, a la peonza, a las canicas, a la lima, al rescate... En fin, tecnología punta... Íbamos en bici o andando hasta su casa y llamábamos a la puerta. ¡Imagínense!, sin pedir permiso a los padres, nosotros solos, allá fuera, ¡en el mundo cruel! ¡Sin ningún responsable! ¿Cómo lo conseguimos?

Hicimos juegos con palos, botellas y balones de fútbol improvisados, y comimos pipas y, aunque nos dijeron que pasaría, nunca nos crecieron en la tripa ni tuvieron que operarnos para sacarlas.

Bebíamos agua directamente del grifo de las fuentes de los parques, agua sin embotellar, ¡donde chupaban hasta los perros!

Íbamos a cazar lagartijas y pájaros con la escopeta de perdigones o con el tira huevos, antes de ser mayores de edad y sin adultos…¡¡ DIOS MÍO!!

En los juegos de la escuela, no todos participaban en los equipos. Los que no lo hacían, tuvieron que aprender a lidiar con la decepción.

Algunos estudiantes no eran tan inteligentes como otros y repitieron curso. ¡Que horror, no inventaban exámenes extra!

Y ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarlas el culo y jugando a beso, verdad y atrevimiento, no en un Chat diciendo TQ. Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. No había nadie para resolver eso.

La idea de un padre protegiéndonos, si trasgredíamos alguna ley, era inadmisible, si acaso, nos soltaban un guantazo o un zapatillazo y te callabas.

Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello. Por cierto, ¿Tú eres uno de ellos? ¡Enhorabuena!