martes, 17 de marzo de 2009

CUANDO LLEGA LA NOCHE

Cuando la noche nos envuelve con su manto oscuro, cuando todos callan y el silencio habla... cuando las estrellas pueblan el firmamento... entonces y sólo entonces, nuestra mente aún despierta, navega en un mar de tinieblas... olvidamos los ojos que nos miran, y recordamos aquellos que nos miraron, desoímos las voces que nos hablan y escuchamos las que nos hablaron... nos retiramos de la batalla que estamos ganando y volvemos a luchar en la guerra que perdimos... damos las espalda a la luz que nos ilumina y nos adentramos en la oscuridad que nos atormenta...

Cuando la noche nos rodea con su sutil y negro abrazo, nuestra única compañera de viaje es la soledad y el capitán de nuestro barco es el silencio...

...Es cuando llora el alma aunque los ojos estén secos... es cuando la lucha entre nuestro corazón y la cabeza se vuelve más cruenta... es cuando la esperanza, los recuerdos y los deseos se entremezclan y ya nos sabes diferenciarlos... es cuando perdida, nos sabes que es realidad y que es fantasía.

Llega la noche y nos sumimos en un sueño febril que dura lo que un suspiro... un sueño banal, un sueño absurdo... que acaba cuando sale el sol.

Es cuando la mente se rompe de tanto pensar y el corazón se consume de tanto llorar... es cuando vagamos en el limbo... cuando los objetos que conocemos se convierten en los objetos que soñamos.

Cuando llega la noche, las ideas dejan de serlo y se convierten en antorchas que iluminan nuestro cerebro...

...Es cuando la plateada luna dibuja en nuestra ventana la silueta del ángel que nos vela y que nos guarda... y contemplas la belleza de la luna y te preguntas porqué razón tu vida no puede ser igual de bella... la observas y le confiesas tu amor secreto... aunque ella ya lo sabe... porque es ella quien ha iluminado tus noches de angustia... es ella quien le ha dado sentido a tus lágrimas, es ella quien a observado por ti a la persona que amas... en silencio, sin que nadie lo sepa... es ella quien ha guardado tu secreto.

Hay momentos en los que no sabes que hacer... momentos en los que todo parece volverse en contra... momentos... en los que te sientes incapaz de controlar el mundo que te rodea... momentos en los que no te sientes parte del mundo... como si alguien en el principio de los tiempos... hubiese equivocado el rumbo y tú hubieses aparecido en un lugar que no te pertenece.

Entonces y solo entonces... miramos hacia atrás y vemos el camino andado... vemos una huellas ensangrentadas de unos pies heridos... vemos entre los matorrales los jirones de un alma deshecha... vemos un camino cubierto de nieve y un entorno lleno de una melancólica niebla... bajo un cielo gris, miramos un horizonte siempre eterno... anhelando encontrar un paraíso que buscamos sin fe... y solo encontramos paisajes sombríos...

Nos empeñamos en guardar nuestro dolor, como si fuésemos un avaro que guarda su tesoro... nos empeñamos en que nos susurren las palabras que reconfortarían el alma…………no te preocupes, todo se arreglara. Pero no las oímos, no son dichas por los únicos labios a los que creeríamos ciegamente.

...Entonces y solo entonces los recuerdos salen del rincón más oscuro de nuestra mente y nos aguijonean el alma como si fueran un enjambre de abejas furiosas... y como abejas, es inútil que podamos ahuyentarlos porque mientras más nos esforzamos por alejarlos más nos clavan su aguijón venenoso...

...Gritas, pides auxilio y solo escuchas el eco de tu voz que te responde... callas, y el silencio cae sobre ti como una pesada losa... y no puedes librarte de ese peso...

...Y en la oscuridad de la noche, escuchas pasar las horas, deseando que el día se corone de fuego para levantarse, para poder salir del angustioso letargo y no sabes si ver el alba como el final de la noche o como el comienzo del día...

Y cuando llega el día, sales a la calle deseando encontrar tu alma perdida, paseas entre rostros sin nombre... escuchas a gente que habla ajena a tu vida... y ves personas que pasan entre palabras y risas... y entonces, deseas volver a la oscuridad de tu noche... y al silencio de tu alma partida.

NOTA.-

Dedicado a mi "brujita", pues a ambos nos encanta que "LA NOCHE NOS ENVUELVA".

EL HOMBRE QUE TENIA MALA SUERTE


Puesto que el pasado Viernes 13 de Marzo, no tuve oportunidad de estar con vosotros en este rinconcito y dado que esta fecha para la cultura anglosajona es sinonimo de "mala suerte", como para el resto es el "Martes y 13", quiero dedicar a los que creen en eso de la "mala suerte". Así que prestad atención y luego hablamos...


Érase una vez un hombre que siempre tenía mala suerte. Los años iban pasando y aunque se esforzaba mucho, todo era en vano, seguía teniendo mala suerte. Y así pasaron muchos años hasta que empezó a pensar de verdad en su situación.

Después de darle muchas vueltas durante un buen rato, llegó a la conclusión de que necesitaba ayuda. ¿Y quién era más indicado para prestársela que Dios?

Así que el hombre decidió ir a ver a Dios para pedirle que le cambiara su mala suerte. Metió todo lo necesario para el viaje en un atillo y se acostó.

A la mañana siguiente se puso en marcha. Y caminó, caminó y caminó durante mucho, mucho tiempo. Al cabo de algunos días, nuestro hombre llegó a la selva y, abriéndose paso entre la maleza, escuchó de repente una voz estridente:

- ¡Oooooooh....oooooooohh!".

Asombrado buscó el origen de esa voz pensando que a lo mejor alguien podía estar necesitando su ayuda. Encontró un lobo y ¡cómo estaba el pobre animalito!.
Se le podían contar las costillas y el pelo se le caía a mechones; daba lástima verlo.

- ¿Qué te pasa lobo?
- Estoy mal. De un tiempo a esta parte todo me va mal. No tienes más que observar mi aspecto...
- ¡No! No me cuentes nada más porque yo también tengo mala suerte. Por eso voy a ver a Dios a pedirle que me cambie la suerte.
- Por favor, pídele también un consejo para mí.
- Muy bien, no te preocupes que se lo pediré. Hasta pronto.

Y caminó, caminó y caminó, mucho, pero mucho tiempo. Por fin llegó a la sabana. Hacia mucho calor. El sol quemaba y la sabana no parecía tener fin.

- ¡Ay que ver que calor hace! Lo que daría yo por un poco de sombra!

Nada más pensarlo, vio a lo lejos un maravilloso árbol frondoso que invitaba con su sombra reposar un buen rato.

Nada más llegar hasta él, se recostó a descansar apoyándose en el tronco del árbol. Apenas cerró los ojos oyó una voz.

- ¡Oooooooohh! ¡Ooooooooohh!

El hombre abrió sobresaltado los ojos pero no pudo ver a nadie que estuviera quejándose. Nuevamente se recostó, y.... ¡otra vez escucho aquella voz!

- ¡Oooooooohh! ¡Ooooooooohh!

Así sucedió varias veces sin que averiguara la procedencia de aquellos quejidos. Hasta que por fin se le ocurrió preguntar:
- ¿Eres tú, árbol?
- Sí, yo soy.
- ¿Qué te pasa?
- ¡No lo sé!, de un tiempo a esta parte todo me va mal. ¿No ves mis ramas torcidas y mis hojas marchitas?.
- ¡No sigas!. Ya sé de qué me estás hablando. Yo también tengo mala suerte; por eso voy a pedirle a Dios que me la cambie.
- Por favor, pídele también un consejo para mí.
- Lo haré.

Y con esa promesa se marchó. Y caminó, caminó y caminó.

Después de un tiempo, el hombre empezó a adentrase en unos cerros que había más allá de la sabana.

Un día, desde lo alto de una colina, avistó un maravilloso vale. Parecía un paraíso: estaba lleno de árboles, flores, prados, un riachuelo, pájaros,...Era una maravilla de lugar. Bajando al vale descubrió, en medio de aquel precioso paisaje una casa muy acogedora. Se acercó y vio que en la terraza, delante de la casa, estaba una mujer muy hermosa que parecía esperarle:

- Ven, viajero, ven a descansar.

El hombre aceptó de buen grado. Pasaron una velada muy especial. Tomaron una comida sabrosa y se contaron muchas cosas:

- Mujer, te veo triste.
- Sí, es verdad, de un tiempo para acá no me siento bien. Vivo en este lugar maravilloso y, sin embargo, noto que algo me falta.
- ¡No sigas!. Conozco la sensación, por eso voy a ver a Dios para que me cambie la suerte.
- Pues dile que te dé un consejo para mí.

A la Mañana siguiente el hombre emprendió de nuevo su viaje. Y caminó, caminó y caminó, mucho, mucho tiempo. Al cabo de muchos días nuestro hombre llegó al Fin del Mundo. Se asomó. Miró hacia abajo, a la derecha, a la izquierda y hacia arriba, pero no pudo ver nada. Sólo había estrellas. De repente se formó una nube enfrente de él que fue tomando la forma de la cara de otro hombre.

- ¿Tú eres Dios?.
- Sí, yo soy.
- Tú sabes que las cosas me van mal y he venido para pedirte que cambies mi suerte.
- Muy bien. Estoy de acuerdo. Sólo hay una condición: tienes que estar muy atento y buscar tu buena suerte.

El Hombre que estaba muy contento, se despidió de Dios. Quería llegar rápidamente a su casa para ver si su suerte había cambiado realmente. Y corrió y corrió y corrió durante mucho tiempo, hasta que llegó a aquel valle. Estaba pasando de largo frente a la casa cuando la mujer lo vio y lo llamó:

- ¡Eh! ¡Ven aquí! Cuéntame lo que ha pasado.
- He visto a Dios y me ha prometido que me va a cambiar la suerte. Sólo me pidió que estuviera atento. Ahora tengo que irme, he de buscarla.
- ¿Y no te ha dado un consejo para mí?.
- A ver...a ver si recuerdo... ¡Ah! sí. Me dijo que lo que te faltaba era un hombre, un compañero que compartiera la vida contigo aquí en este valle.

Con estas palabras a la mujer se le iluminó la cara y exclamó:
- ¡Sí! ¡Sí! eso es. Oye y ¿quieres ser tú ese hombre?
- Me gustaría mucho pero no puedo. Tengo que seguir mi camino y buscar mi buena suerte. Adios, me voy corriendo.

Y corrió y corrió y corrió durante mucho tiempo. Después de varios días llegó nuevamente a la sabana y pasaba corriendo al lado del árbol, cuando este le paró e interrogó:
- ¿Qué ha pasado buen hombre?
- Nuevamente relató su historia y nada más terminarla quiso salir corriendo; pero el árbol le preguntó:
- ¿Y para mí, para mí, Dios no te dio ningún consejo?
- A ver... a ver si recuerdo... ¡ah! sí, me dijo que debajo de tus raices había un enorme tesoro que te impide crecer. Lo único que tienes que hacer es sacar el tesoro; y todo te irá de nuevo bien.

Después de oír al árbol, el hombre quiso salir corriendo. Pero nuevamente el árbol lo paró:
- Mira yo no puedo sacar ese tesoro. Si tú lo quiere hacer por mí, te lo podrás llevar y así ser muy rico. A mí no me sirve y únicamente quiero que mis raíces crezcan de nuevo bien.
- Me encantaría ayudarte, pero tengo que seguir mi camino y buscar mi buena suerte. Lo siento, adios.

El hombre corriendo de nuevo se alejó. Corrió y corrió y corrió durante mucho tiempo. Llegó a la selva y no pasó mucho tiempo cuando de nuevo oyó aquellos temibles quejidos del lobo. Quiso pasar de largo, pero el lobo le llamó. El hombre le contó de nuevo su historia. El lobo le preguntó:
- ¿Y para mí...., para mí no te dio Dios también un consejo?.
- A ver....a ver si me acuerdo... ¡Ah! sí, me dijo que para ponerte de nuevo fuerte sólo tenías que hacer una cosa: comerte a la criatura más estúpida de la Tierra, entonces te irá todo bien.

El lobo se levantó con sus últimas fuerzas y se abalanzó sobre nuestro protagonista y...¡Lo devoró! … Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Por cierto… recuerda, que en eso de la mala suerte… sólo son SUPERSTICIONES.

LA PUERTA


En una tierra en guerra, había un Rey que causaba espanto. Siempre que hacía prisioneros, no los mataba, los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros de un lado y una inmensa puerta de hierro del otro, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de sangre.
En esta sala el Rey les hacía formar un círculo y les decía entonces... "Ustedes pueden elegir entre morir atravesados por las flechas de mis arqueros o pasar por esa puerta misteriosa".
Todos elegían ser muertos por los arqueros.
Al terminar la guerra, un soldado que por mucho tiempo había servido al Rey se dirigió al soberano y le dijo: "Señor, ¿puedo hacerle una pregunta?"
A lo que este le respondió: "Dime soldado".
- "¿Qué había detrás de la horrorosa puerta?".
- "Ve y mira tú mismo", respondió el monarca.
El soldado entonces, abrió temerosamente la puerta y, a medida que lo hacía, rayos de sol entraron y aclararon el ambiente... y, finalmente, descubrió sorprendido que la puerta se abrió sobre un camino que conducía a la libertad.
El soldado admirado sólo miró a su Rey que le decía:
-"Yo daba a ellos la elección, pero preferían morir antes que arriesgarse a abrir esta puerta".
MORALEJA:
¿Cuántas puertas dejamos de abrir por temor?. ¿Cuántas veces perdemos la libertad y morimos por dentro, solamente por sentir miedo de abrir la puerta de nuestros sueños o nuestras metas?

NOTA DE DISCULPA

Hola aquí estoy nuevamente. Como os indiqué en su momento -motivos tanto laborales como educativos- me impiden estar con vosotros continuamente. No obstante, aquí van nuevos relatos. Espero que sean de vuestro agrado.